James, Elisa y Daniel...un triángulo amoroso muy raro
Buenas tardes a todos,
En primer lugar, pediros disculpas por mi súbita desaparición de las redes sociales. No, no me han abducido ni he sido raptada ni nada por el estilo, simplemente mi nuevo trabajo me tiene absorbida y no tengo tiempo para mucho...ni siquiera puedo sentarme a escribir, así que imaginaos.
De todas formas, he decidido compensaros de la forma que mejor sé: hablando sobre Eterna Oscuridad. En esta ocasión, quiero hablaros sobre James, Elisa y Daniel, tres personajes que dan lugar a un triángulo amoroso de lo más irregular...¿por qué? Bueno, pues...porque uno de ellos está muerto. Seguramente todos estaréis preguntándoos cómo es posible que exista un triángulo amoroso si una de las puntas está muerta (muerta, muerta...nada de muerto viviente o no muerto) y eso es lo que quiero explicaros en este post.
El amor existente entre Elisa y Daniel es sincero y todos los lectores han sentido ganas de estrangularme al leer el final que le tenía deparado al pobre Daniel, un personaje que se hace de querer a pesar de participar poco en la novela. Creo que todas deseamos tener un "Daniel" en nuestras vidas y, posiblemente, todas lo hemos tenido. Daniel simboliza el primer amor. Un amor puro y sincero que nos hace sentir que todo es posible. Pero ese primer amor, por desgracia, tiene fecha de caducidad y, cuando desaparece, se lleva consigo esa inocencia que nos hacía pensar que el amor puede con todo.
La pérdida de Daniel convierte a Elisa en lo que es, en lo que la historia necesita que sea. Elisa se convierte en una mujer fría, marcada por la tragedia, incapaz de amar por ese sentimiento de culpabilidad que la acompaña, torturada por las circunstancias que llevaron a Daniel a su trágica muerte...Si Daniel no hubiese muerto, Elisa no sería Elisa y, por lo tanto, no podría sobrellevar las trágicas perdidas y los obstáculos que va a tener que enfrentar en su aventura.
James es su contrapunto. Inocente, sensible, sincero...todo lo que Elisa fue. A lo largo de la novela veréis cómo Elisa a menudo compara a Daniel con James...¿por qué? Porque Elisa ve en el joven James un reflejo de aquello que tenía con Daniel y posiblemente sea ese el motivo por el que Elisa cae rendida ante los encantos del joven humano.
Ahora bien, a pesar de que la atracción existente entre James y Elisa es evidente a lo largo del primer libro, es cierto que esa atracción no prospera. Se queda en una especie de pausa y se interrumpe de manera brusca al final de la novela (los que la hayáis leído, ya sabéis a qué me refiero). Os adelantaré, amigos míos, que en la segunda parte esa atracción se hace más evidente y palpable, más física e irracional...Esa atracción hacia James es lo que hará que Elisa vuelva a cambiar y, al mismo tiempo, hará que James cambie drásticamente (cosa que a muchas os encantará)
Para ilustraros mi explicación me gustaría compartir con vosotros unos fragmentos de la primera novela y, de forma inédita, un fragmento de la segunda parte que, seguro, os dejará con la miel en los labios.
Elisa y Daniel. ©Tamara Díaz Calvete
Elisa no tuvo tiempo más que de mirar como la puerta, con un sonoro chasquido, dejaba de cubrir el acceso a su habitación. Daniel, desde fuera, sostenía la pesada puerta mientras la
miraba con los ojos teñidos de carmesí. No esperó a que ella se recuperase de la impresión, sino que entró en la habitación y colocó de nuevo la puerta en su sitio, como si nunca lo hubiese
abandonado.
—Estás completamente loco —musitó ella sin poder creerse lo que Daniel acababa de hacer.
—Tú me estás volviendo loco —se defendió él mirándola desde la entrada, con los brazos cruzados sobre el pecho y el pelo alborotado por el esfuerzo—. ¿Se puede saber qué narices haces aquí todo el día? ¿Por qué me evitas?
—No te evito, Dan —dijo ella sin apartar la mirada de la de él—. Simplemente quería estar a solas con mis pensamientos.
—No me vengas con esas ahora, Elisa —la voz de Daniel dejaba entrever el enfado y Elisa no pudo sino sentirse culpable por hacerle aquello—. Hace varios años que estás aquí y nunca
jamás habías necesitado tiempo para tus pensamientos, Eli.
—Bueno, pues ahora sí que lo necesitaba —replicó ella frunciendo el ceño y alzando la barbilla con orgullo—. No siempre voy a estar pegada a ti.
Aquello fue un golpe para Daniel que no respondió, simplemente se quedó paralizado, con los ojos fijos en el rostro bello y altivo de la muchacha que se mordía el labio inferior con nerviosismo. Entonces, sin mediar palabra, el joven se dio la vuelta y salió de la habitación en silencio.
Elisa y James. ©Tamara Díaz Calvete
James y Elisa. (Fragmento inédito de Eterna Oscuridad II.) ©Tamara Díaz Calvete
En primer lugar, pediros disculpas por mi súbita desaparición de las redes sociales. No, no me han abducido ni he sido raptada ni nada por el estilo, simplemente mi nuevo trabajo me tiene absorbida y no tengo tiempo para mucho...ni siquiera puedo sentarme a escribir, así que imaginaos.
De todas formas, he decidido compensaros de la forma que mejor sé: hablando sobre Eterna Oscuridad. En esta ocasión, quiero hablaros sobre James, Elisa y Daniel, tres personajes que dan lugar a un triángulo amoroso de lo más irregular...¿por qué? Bueno, pues...porque uno de ellos está muerto. Seguramente todos estaréis preguntándoos cómo es posible que exista un triángulo amoroso si una de las puntas está muerta (muerta, muerta...nada de muerto viviente o no muerto) y eso es lo que quiero explicaros en este post.
El amor existente entre Elisa y Daniel es sincero y todos los lectores han sentido ganas de estrangularme al leer el final que le tenía deparado al pobre Daniel, un personaje que se hace de querer a pesar de participar poco en la novela. Creo que todas deseamos tener un "Daniel" en nuestras vidas y, posiblemente, todas lo hemos tenido. Daniel simboliza el primer amor. Un amor puro y sincero que nos hace sentir que todo es posible. Pero ese primer amor, por desgracia, tiene fecha de caducidad y, cuando desaparece, se lleva consigo esa inocencia que nos hacía pensar que el amor puede con todo.
La pérdida de Daniel convierte a Elisa en lo que es, en lo que la historia necesita que sea. Elisa se convierte en una mujer fría, marcada por la tragedia, incapaz de amar por ese sentimiento de culpabilidad que la acompaña, torturada por las circunstancias que llevaron a Daniel a su trágica muerte...Si Daniel no hubiese muerto, Elisa no sería Elisa y, por lo tanto, no podría sobrellevar las trágicas perdidas y los obstáculos que va a tener que enfrentar en su aventura.
James es su contrapunto. Inocente, sensible, sincero...todo lo que Elisa fue. A lo largo de la novela veréis cómo Elisa a menudo compara a Daniel con James...¿por qué? Porque Elisa ve en el joven James un reflejo de aquello que tenía con Daniel y posiblemente sea ese el motivo por el que Elisa cae rendida ante los encantos del joven humano.
Ahora bien, a pesar de que la atracción existente entre James y Elisa es evidente a lo largo del primer libro, es cierto que esa atracción no prospera. Se queda en una especie de pausa y se interrumpe de manera brusca al final de la novela (los que la hayáis leído, ya sabéis a qué me refiero). Os adelantaré, amigos míos, que en la segunda parte esa atracción se hace más evidente y palpable, más física e irracional...Esa atracción hacia James es lo que hará que Elisa vuelva a cambiar y, al mismo tiempo, hará que James cambie drásticamente (cosa que a muchas os encantará)
Para ilustraros mi explicación me gustaría compartir con vosotros unos fragmentos de la primera novela y, de forma inédita, un fragmento de la segunda parte que, seguro, os dejará con la miel en los labios.
Elisa y Daniel. ©Tamara Díaz Calvete
Elisa no tuvo tiempo más que de mirar como la puerta, con un sonoro chasquido, dejaba de cubrir el acceso a su habitación. Daniel, desde fuera, sostenía la pesada puerta mientras la
miraba con los ojos teñidos de carmesí. No esperó a que ella se recuperase de la impresión, sino que entró en la habitación y colocó de nuevo la puerta en su sitio, como si nunca lo hubiese
abandonado.
—Estás completamente loco —musitó ella sin poder creerse lo que Daniel acababa de hacer.
—Tú me estás volviendo loco —se defendió él mirándola desde la entrada, con los brazos cruzados sobre el pecho y el pelo alborotado por el esfuerzo—. ¿Se puede saber qué narices haces aquí todo el día? ¿Por qué me evitas?
—No te evito, Dan —dijo ella sin apartar la mirada de la de él—. Simplemente quería estar a solas con mis pensamientos.
—No me vengas con esas ahora, Elisa —la voz de Daniel dejaba entrever el enfado y Elisa no pudo sino sentirse culpable por hacerle aquello—. Hace varios años que estás aquí y nunca
jamás habías necesitado tiempo para tus pensamientos, Eli.
—Bueno, pues ahora sí que lo necesitaba —replicó ella frunciendo el ceño y alzando la barbilla con orgullo—. No siempre voy a estar pegada a ti.
Aquello fue un golpe para Daniel que no respondió, simplemente se quedó paralizado, con los ojos fijos en el rostro bello y altivo de la muchacha que se mordía el labio inferior con nerviosismo. Entonces, sin mediar palabra, el joven se dio la vuelta y salió de la habitación en silencio.
Elisa y James. ©Tamara Díaz Calvete
Recordaba a la perfección el primer día que la vio. Ella estaba
en el mercado de un pueblo cercano al Mar Bircok. Era un
día de lluvia y la gente corría a guarecerse en sus casas o en las
tabernas, pero ella seguía paseando entre los puestos, cubierta con
una capa de cuero oscuro que le tapaba la cabeza. Los mercaderes
la miraban extrañados y muchos de ellos intentaban tentarla con
sus productos, pero ella seguía avanzando, dirigiéndoles una sonrisa
perdida antes de pasar al siguiente puesto. Él sabía perfectamente
quién era ella, la Orden le había informado de todo y le
había proporcionado un retrato para que pudiese reconocerla; aun
así, se sorprendió al ver su rostro. Era hermosa, pero no hermosa
en el sentido habitual, era una belleza imposible, radiante e irreal,
tanto que cuando la miraba parecía que estuviese inmerso en algún
sueño del que no quisiera despertar. Y sus ojos… aquellos
ojos verdes brillaban con intensidad, reflejando el resplandor de
los relámpagos que surcaban el cielo. Era tan humana que James
temió haberse equivocado y ahora, después de pasar tanto tiempo
a su lado, seguía pensando que Elisa no era un vampiro normal…
no podía serlo porque los vampiros eran inhumanos, fríos y calculadores,
como Paulo; y ella era dulce, cálida y sumamente sentimental,
lo veía en sus ojos.
James estaba demasiado ocupado con aquellos pensamientos
como para darse cuenta de que habían alcanzado la cueva y de
que Elisa le había dejado en el suelo con suavidad. Cuando quiso
volver al presente, ella le observaba desde su posición; los ojos
entrecerrados y el ceño fruncido. James se sobresaltó y se sonro
jó, consciente de que ella era totalmente capaz de leer sus pensamientos
—James, ¿no sientes ni un poco de miedo estando tan cerca
de un maldito?
—No se puede decir que esté con un vampiro cualquiera,
Elisa —contestó él—. No puedo verte como una vampiro… perdón,
una maldita —corrigió, recordando una de sus primeras
conversaciones—. Eres Elisa, simplemente.
—Curiosa forma de entenderlo —dijo ella, mientras veía
pasar por la mente de James miles de imágenes tan confusas como
preocupantes.
Elisa se giró y se adentró en la cueva, dejando a James solo
en la oscuridad y totalmente confuso. Cuando el joven entró
vio que Elisa se había sentado en un rincón y miraba la entrada,
aunque realmente no parecía estar muy atenta.
Él la atrajo contra su pecho,
haciendo que su cabeza quedase oculta en el hueco de su cuello y sintiendo como
ella dejaba de luchar contra aquél sentimiento que ambos habían intentado
ocultar durante tanto tiempo. James notaba el cuerpo de Elisa tibio entre sus
brazos y el olor que ella despedía le hacía desear abalanzarse sobre ella y
tomarla como si le perteneciese. No oía el sonido acompasado de sus latidos,
pero sabía que, en aquél momento y de haberlos tenido, sus corazones habrían
latido al unísono al igual que sus cuerpos luchaban por contener el deseo que
les inundaba.
Ella suspiró y él notó como su
aliento, cálido y agradablemente fresco al mismo tiempo, chocaba contra su
cuello y no pudo soportarlo más; alejó el cuerpo de aquella mujer a la que
odiaba y amaba con la misma intensidad y la miró a los ojos. Aquellos ojos
verdes tan profundos como el abismo de la muerte eterna en el que se hallaba
envuelto y tan vivos como los bosques de los que estaban rodeados, aquellos
ojos que habían protagonizado sus sueños
más dulces y sus pesadillas más espantosas, le miraban con dulzura y con
sorpresa como si intentaran decidir qué hacer en aquella situación mientras sus
labios, carnosos e hinchados por la falta de alimento, se entreabrían en un
gesto de deseo involuntario y le invitaban a acercarse.
-
James…- susurró ella, cerrando los ojos y rindiéndose
ante aquél joven que la había cautivado siendo humano y que, ahora, siendo
vampiro conseguía enloquecerla hasta el punto de hacerla olvidar cualquier
sufrimiento.
El tiempo pareció pararse en el
mismo instante en que sus labios comenzaron a acercarse. La atmósfera se volvió
densa y ambos podían notar como el espacio entre ellos dejaba de importar, como
todo lo que existía a su alrededor dejaba de existir…porque en ese mismo
instante solo importaban ellos. Sus cuerpos se estremecieron con el primer
contacto y un rugido anhelante se desató en el pecho de James, deseoso de
devorarla y tenerla solo para él…porque ella era suya y él lo sabía desde el
mismo instante en que la había visto por primera vez, aunque entonces su mente
humana no le permitía entenderlo. Ella temblaba de placer entre sus brazos y él
sentía que toda su pasión estaba siendo correspondida, que ella también
entendía lo que estaba pasando y se entregaba a la pasión sin importar lo que
viniera después.
Un leve gruñido en el exterior
rompió la atmósfera en la que ambos se habían sumido y, al abrir los ojos, sus
miradas se encontraron y sus cuerpos, tensos aún, se separaron el uno del otro
como si un rayo de sol se hubiese interpuesto entre ambos. Elisa, con la mirada
prendida en la cara de él, suspiró con tristeza y dejó que su mejilla se posase
en la pared de madera a la espera de que el frescor de la naturaleza pudiese
calmar aquél incendio que sentía en su pecho.
-
Lo siento.- se disculpó él, levantándose con
precipitación y mirando la expresión perdida de Elisa.- No era mi intención…
-
En realidad esa no era la respuesta que esperaba,
James.- le interrumpió ella con una sonrisa de comprensión que no conseguía
alcanzar su mirada.- No te preocupes.- cerró los ojos mientras aquél corazón
muerto durante años se contraía de dolor.- No ha significado nada.
-
Está bien.- musitó él con frialdad.- Creo que el sol se
ha puesto ya.- dijo con indiferencia mientras ojeaba el exterior a través de
una de las grietas.- Deberíamos contarles a todos lo de tu no-visión.
-
James…- le llamó ella cuando él se disponía a abrir la puerta y salir al exterior.-
Deberíamos hablar de ello.
-
¿De qué exactamente?- dijo él, girándose para mirarla a
los ojos.- Esto ha sido un error que no deberá repetirse.
-
Yo no he dicho que fuese un error, James.- se defendió
ella, levantándose con agilidad del suelo y situándose entre James y la puerta.-
Nunca diría que esto ha sido un error.- repitió con dulzura mientras tomaba el
rostro de él entre sus manos.- Me odias, James, y sé que tienes razones para
hacerlo, pero no entiendo tu forma de actuar, en serio.- se separó de él y
ladeó la cabeza mientras le miraba con fijeza.- Me estás volviendo loca.
-
No lo entiendes.- susurró él, dejando que sus brazos
colgaran inertes a ambos lados de su cuerpo y bajando la mirada.- Hay veces que
te odio tanto que desearía verte sufrir los peores tormentos que puedo
imaginar.- su voz se quebró al pensar cómo había deseado desgarrar ese cuello
de marfil y beber toda su sangre antes de notar como la vida se escapaba de
ella.- Pero, otras veces…no puedo
evitarlo y deseo besarte, llevarte lejos de aquí, esconderte de la Miasma…-
levantó con lentitud la cabeza hasta que sus ojos volvieron a encontrarse con
los de ella y Elisa pudo apreciar una llama de rabia en la profundidad de sus
ojos grises que hizo que su estómago se volcase.- No podré estar nunca contigo,
Elisa, porque te odio demasiado como para soportarlo, pero tampoco puedo estar
lejos de ti porque te amo demasiado para dejarte morir.
la relacion de esos 3 es muy rara o.0
ResponderEliminarjajajaja, sí que es rara, no puedo negarlo ^^ Pero es que...¿qué atractivo tienen las cosas normales? :P
EliminarHola guapa!, me alegra saber que no has sido secuestrada ni nada por el estilo, jejeje
ResponderEliminarBueno, fuera bromas, te repito de nuevo que esta historia tuya me parece fascinante... Estoy deseando que me la envies tal como me comentaste, para poder reseñartela...
Ya me dices.
Un besazo y hasta otra guapa, muak!
Dulce, no me he olvidado de ti. Ayer rellené los datos en un sobre, hice mi dedicatoria especial y mañana (si el tiempo me lo permite, y no me refiero al atmosférico) podré enviarlo por correo ^^
EliminarUn besote!!
Hola nena se ve muy interesante la historia
ResponderEliminarMe alegra k todo te este llendo bien y esa sea la razon de no poder estar por aqui.
Buena semana