Miércoles musicales II
En el pasado post de los miércoles musicales, Marta Fernández, del blog A la Sombra del Romance, propuso una canción que le pegaba a La Sombra de una Esperanza. Hoy me apetece compartirla con vosotros y, después de escucharla detenidamente, explicaros en qué parte de la novela podría casar.
Evil Angel ,del grupo Breaking Benjamin, es una canción con mucha fuerza, tanto melódica como lírica, en la que se nos transmite una lucha desesperada por sobrevivir, por formar parte de algo...todo ello aderezado con la desesperación de quien sabe que algo no funciona y que sus intentos no tienen la suficiente fuerza.
Por todo esto, yo escogería esta melodía como banda sonora de la estancia de Elisa en el seno de la Orden durante sus primeros años. Para Elisa este período es un período de adaptación, en el que intenta formar parte de algo (la Orden, en este caso) y busca desesperadamente un apoyo que le ayude a superar todo lo vivido (Daniel)...pero, ¿para qué contároslo yo si podéis leerlo personalmente? Allá va el fragmento que me evoca esta canción. Espero que os guste, que disfrutéis y que comentéis.
Allá vamos...
Evil Angel ,del grupo Breaking Benjamin, es una canción con mucha fuerza, tanto melódica como lírica, en la que se nos transmite una lucha desesperada por sobrevivir, por formar parte de algo...todo ello aderezado con la desesperación de quien sabe que algo no funciona y que sus intentos no tienen la suficiente fuerza.
Por todo esto, yo escogería esta melodía como banda sonora de la estancia de Elisa en el seno de la Orden durante sus primeros años. Para Elisa este período es un período de adaptación, en el que intenta formar parte de algo (la Orden, en este caso) y busca desesperadamente un apoyo que le ayude a superar todo lo vivido (Daniel)...pero, ¿para qué contároslo yo si podéis leerlo personalmente? Allá va el fragmento que me evoca esta canción. Espero que os guste, que disfrutéis y que comentéis.
«Los días se
habían fundido en una oscuridad eterna o, por lo menos, esa era la sensación
que tenía Elisa mientras esperaba en la habitación que se había convertido su
cárcel. El dolor se había convertido en su mejor compañía durante esas esperas
que se repetían continuamente y ya casi no podía ni acordarse de cómo era no
sentir dolor.
El despertar
había sido más duro de lo que esperaba. A pesar de haberse mentalizado de lo
que iba a ocurrir, Elisa no pudo evitar que una oleada de furia la embargara
cuando se dio cuenta de en qué se había convertido. La habitación era ahora
testigo de esa rabia. Los pocos muebles que la adornaban, ya de por sí ajados
por el tiempo, descansaban ahora hechos pedazos sobre el frío suelo de piedra;
incluso la gran puerta de madera presentaba señales de haber sido golpeada y
arañada con fuerza. No sabía exactamente cuánto tiempo había dedicado a esas
labores de destrucción, su mente estaba confusa y apenas podía recordar la
temporalización de sus actos; sin embargo, sí que sabía que la destrucción cesó
cuando ella cayó al suelo, sintiéndose desgraciada y engañada. Ni siquiera
podía llorar. Notaba un escozor en los ojos cada vez que sentía deseos de
hacerlo, pero ni una sola lágrima escapaba de ellos para descender temerosa sus
ahora más que pálidas mejillas.
La puerta, con
un chirrido oxidado, comenzó a abrirse con lentitud. El rostro conocido de
Daniel, el hombre que la había rescatado de una muerte segura y que había
acudido a visitarla diariamente desde su despertar, se dibujo en el umbral a
pesar de la oscuridad que reinaba en la estancia.
― ¿Otra vez a
oscuras, querida? ―preguntó él al tiempo que encendía una de las velas que él
mismo había dejado en el suelo el primera día que acudió a verla―. No sé porque
te empeñas en sentarte ahí en penumbra, Elisa…
― La luz me hace
daño―contestó ella desde el rincón que se había convertido en su fortaleza― .
¿Qué haces aquí, Daniel?
― Visitar a una
amiga ― respondió él sonriendo dulcemente mientras se acercaba ―. ¿Tienes
hambre?
― No― mintió
ella escondiendo la cabeza tras las rodillas flexionadas.
― No has comido
nada desde que te convertiste, Elisa― susurró él con un tono de voz que dejaba
ver la preocupación que le embargaba―. Si sigues así morirás.
― Me da
igual―musitó ella, sin levantar su rostro para mirar el de Daniel―. No quiero
vivir así… maldita para siempre… ― levantó la mirada y clavo en él unos ojos de
color rojo sangre ― No entiendes cómo me siento.
― ¡Oh! Claro que
lo entiendo, querida ―contestó él sentándose con delicadeza junto a ella, con
la espalda apoyada en la pared y las rodillas flexionadas ante él ―. Yo he
pasado por lo mismo.
― No, eso es
imposible―musitó ella nerviosa mientras le observaba con curiosidad―. No tienes
los ojos rojos, ni colmillos…
― Eso no dura
siempre―suspiró él con una sonrisa cansada―. Recuerdo que yo también me sentía
confuso y lleno de ira, quería vengarme de aquellos que me habían convertido en
un monstruo, pero no quería vivir siendo uno de ellos― su rostro se convirtió
en una máscara de indiferencia en la que brillaban sus ojos azules―. No
recuerdo cuánto tiempo estuve así, como tú, sin querer alimentarme para no
convertirme en un monstruo y sin poder olvidar a los que me condenaron a este
sufrimiento.
― ¿Cómo lo
aguantaste? ―preguntó ella con timidez― ¿Cómo lograste salir de esta?
― No aguantaba
la sed―dijo él con tranquilidad―. Era incapaz de pensar en otra cosa que no
fuese sangre y venganza…―musitó bajando la mirada y clavándola en la roca sobre
la que se sentaba― Un día decidí que aquello era una rendición y que dejarme
morir no solucionaría nada. ¿Quién iba a vengar mi muerte? ¿Quién atraparía a
esos monstruos que se habían alimentado de mí y me habían condenado a algo peor
que la muerte? ―su mirada se clavó en los ojos carmesíes de la joven que le
escuchaba con atención. ― Sólo yo podía vengarme, así que me alimenté y acepté
que viviría con aquello.
― Pero…―la voz
de la muchacha sonaba débil. ― Yo no quiero matar a nadie para vivir.
― Yo no mato
humanos, Elisa ―informó él con voz dulce. ― Hace bastante que me alimento
únicamente de animales moribundos.
― ¿Es eso
posible? ―preguntó ella asombrada― Pensé que los malditos sólo podían
alimentarse de sangre humana para vivir.
― No voy a
mentirte, Elisa ―susurró él clavando en ella sus ojos ―. No es fácil hacerlo.
Nuestros nuevos cuerpos ansían por encima de todo la sangre humana. Podemos
alimentarnos de sangre animal y continuar vivos, pero ese tipo de alimentación
nos debilita y siempre debemos combatir contra la sed que nos atormenta.
― Combatir la
sed…
― Llega el
momento en que te acostumbras a ella, Elisa ―aseguró el joven―. Aprenderás a
convivir con ese ardor y también comprenderás que es un recordatorio de lo que
estás haciendo… si el ardor, si el dolor desaparece, significará que te has
perdido completamente.
Durante unos
instantes que se hicieron eternos ambos se mantuvieron en silencio, las miradas
perdidas en sus propios pensamientos mientras la llama de la vela oscilaba
creando sombras en las paredes.
― Todo ha
sucedido tan rápido… ―susurró ella rompiendo el silencio― Hace unos días estaba
charlando y bromeando con mi abuela, y de repente…ya no tengo a nadie en el
mundo.― su voz fue solamente un susurro débil.― Estoy sola y no sé qué debo
hacer. ¿Debo proteger el medallón? ¿Debería destruirlo? ¿Mandarlo todo al mundo
inferior y dejarme ir?
― Elisa, es una
decisión dolorosa y difícil ―dijo Daniel al tiempo que posaba sus dedos helados
sobre la mejilla de ella y la obligaba a mirarle―. Sólo tú puedes decidir qué
harás ahora. Si quieres morir, nosotros no te lo impediremos; pero si decides
vivir, ten por seguro que yo te ayudaré a superar esto y a controlar esta nueva
condición que te ha sido impuesta―con rapidez, Daniel se levantó de su lugar en
el suelo y se dirigió a la puerta, dedicándole una sonrisa a la joven que le
miraba―. Te voy a dejar sola para que decidas, pero no estaré muy lejos,
¿entiendes?
― Gracias
―musitó ella antes de escuchar el golpe de la puerta al cerrarse y el chirrido
de las barras de metal al colocarse de nuevo en su lugar. »
«Cuando llegó a
su habitación, Elisa se dejó caer junto a la puerta de madera que aún guardaba
los arañazos de su primera noche. Le dolía tener que mentir a Daniel, pero ella
sabía que nunca podría creerla si le dijera que en la Orden algo estaba yendo
muy mal. Había escuchado los
pensamientos de los prisioneros y ninguno de ellos había cometido un delito tan
grave como para ser conducidos a las mazmorras de la base; además, todos ellos
demostraban tener un miedo atroz hacia su captor, el hombre misterioso que les
había conducido a las mazmorras sin que Elisa pudiese vislumbrar su rostro,
siempre sumido en las sombras. Llevaba poco tiempo siendo una maldita, pero era
consciente de que aquel miedo irracional no podía significar nada bueno
viniendo de una raza acostumbrada a matar y luchar. Y aún más extraño resultaba
que aquellos malditos, un grupo de diez, no se hubiesen enfrentado en ningún
momento a su captor, teniendo en cuenta que era un solo humano. No, algo raro
estaba pasando y ella debía averiguarlo.
Bysop era un
humano estúpido, pero sus pensamientos eran transparentes y por eso le había
escogido: él sabía algo. Y tenía razón. Durante la pelea, Elisa había aprovechado
que el hombre estaba demasiado ocupado intentando derribarla para indagar en su
mente y lo que había encontrado le había puesto los pelos de punta. Aquel
hombre era un asesino sin escrúpulos y un violador con una larga lista de
víctimas a sus espaldas y una orden de ejecución sobre su cabeza, pero uno de
los ancianos había comprado su libertad y le había introducido en la Orden,
junto a otros tipos de su ralea. Ellos se habían dedicado a torturar a los
prisioneros. Elisa había visto imágenes espeluznantes de aquellos hombres
torturando hasta la muerte a todo tipo de criaturas, sin darles oportunidad de
explicarse o preguntar por sus delitos. ¿Qué buscaban con aquellas torturas
indiscriminadas? No lo sabía, pero no iba a parar hasta averiguarlo.
Las dos últimas
noches se había mantenido alerta, vigilando la entrada y salida del grupo de
los torturadores, esperando una oportunidad que nunca llegaba. El acceso a las
mazmorras estaba custodiado durante la noche por cuatro guardias armados y
entrenados, ignorantes de lo que sucedía dentro y, por lo tanto, inocentes; así
que Elisa no se veía capaz de irrumpir por la fuerza en el edificio. Tendría
que montar una distracción, algo que hiciera a los guardias abandonar su puesto
y la permitiese entrar sin ser vista. Había estado pensando en ello y había
llegado a la conclusión de que la mejor idea sería fingir un ataque o un
incendio, de manera que la base se sumiese en el caos y ella pudiese pasar
desapercibida. Sopesó sus opciones y calculó el tiempo que quedaría de noche
antes de que el sol comenzase a hacer aparición; debía hacerlo en el momento
justo para que su ausencia en el patio de armas no resultase sospechosa. Se ató
el pelo con una cuerda para que no le molestase y colgó sus dagas del cinturón
que ceñía sus pantalones de cuero; entonces cogió una yesca que había robado
del taller y, procurando no hacer ruido, salió de la habitación, tomando la
escalera que conducía a la torre desde donde saltaría a la zona de los establos
y encendería el fuego.
El fuego prendió
con facilidad en la paja amontonada al fondo del establo y pronto el humo
provocó que los caballos comenzasen a piafar nerviosos y a golpear con los
cascos los maderos que cerraban sus habitáculos. Elisa, rápida y sigilosa,
abrió todas y cada una de las cuadras, permitiendo que los caballos, asustados
por la presencia del humo y del fuego que comenzaba a extenderse, saliesen
trotando del establo entre relinchos y bufidos. Pronto el ruido de los cascos
se extendió por la base y Elisa pudo ver, desde las sombras, cómo los humanos
salían para averiguar que pasaba. La voz de alarma se extendió cuando alguien,
seguramente uno de los vigilantes, sopló el cuerno que indicaba un fuego y
todos los miembros de la Orden se apresuraron a abandonar sus ocupaciones para
detener el fuego que amenazaba con expandirse y llegar hasta el edificio
principal.
Elisa sonrió al
ver su plan funcionando. Sin abandonar las sombras, se dirigió con rapidez
hacia la entrada de las mazmorras que, tal y como había previsto, se hallaba
desprotegida. Los guardias habían acudido los primeros a sofocar el incendio ya
que el establo estaba cerca de las mazmorras. Sin detenerse a pensar, se lanzó
escaleras abajo, procurando mantenerse escondida entre las sombras y con el
oído atento al mínimo movimiento. Antes de que la escalera acabase, le golpeó
el olor de la sangre y tuvo que detenerse, llevándose las manos al cuello en un
acto reflejo. Cuando se hubo tranquilizado, continuó su descenso, con una de
las dagas preparada para atacar si alguien le salía al encuentro; pero allí no
había nadie. Elisa podía escuchar los pensamientos de los prisioneros, pero no
había nadie con ellos; ninguno de los hombres encargados de las torturas, ni el
hombre misterioso que traía a los grupos. Nadie.
Elisa se adentró
con cautela por uno de los pasadizos que conducían al entramado de mazmorras.
El aire allí era irrespirable debido a la concentración de sangre, así que se
forzó a dejar de respirar para poder continuar con su camino. Las paredes del
pasadizo estaban cubiertas de un musgo de color amarillento y, de vez en
cuando, Elisa podía escuchar el corretear de las ratas entre los muros y dentro
de las celdas. De vez en cuando, veía la figura de algún prisionero sin vida
tirada en el interior de una celda con el suelo cubierto de paja mojada y sucia
por la sangre. Era sumamente desagradable, pero Elisa siguió avanzando en la
oscuridad. Necesitaba encontrar a alguien que le pudiese decir qué pasaba allí. »
Bueno, pues con esto terminamos la entrada de esta semana. Espero que os haya gustado y que dejéis vuestros comentarios; recordad que los blogs se alimentan de los comentarios de sus lectores y este es un blog voraz.
Un saludo y feliz miércoles.
Es una idea espléndida eso de imaginar banda sonóra. He disfrutado mucho.
ResponderEliminargracias! Me alegro que hayas disfrutado :D
EliminarBreaking Benjamin es uno de mis grupos preferidos tiene una voz taaan bonita *O*. En cuanto leí tu anterior entrada me vino a la cabeza esa canción, creo que le pega al conjunto de la historia y en ese punto en que la contextualizas aún más *O*
ResponderEliminarUn besito!
La verdad es que ha pasado a formar parte de mis favoritos también :D Gracias por presentármelos :P Y me alegro de que la contextualización te haya gustado :D
EliminarUn beso, guapa, y gracias!